Cuando nos asociamos para compartir intereses, afrontar retos y cubrir necesidades, lo hacemos bajo paraguas de distintos tipos y colores: empresas, organizaciones, entidades, instituciones… Ello aumenta la potencia de nuestras acciones, dando lugar a distintos tipos de responsabilidad social que, de un modo u otro, nos conciernen.
Nuestros actos individuales, que llevamos a cabo como madres y padres, hijos e hijas, miembros de una comunidad de vecinos, integrantes de un equipo de trabajo, usuarios de determinados servicios o como consumidores… tienen repercusiones sobre las otras personas y nuestro entorno.
Por ello, cuando te preguntas, ¿qué puedo hacer yo para mejorar la vida de los demás?, o ¿cómo puedo contribuir a hacer más sostenible nuestro mundo?, muchas veces la respuesta no se halla lejos de lo cotidiano.
En nuestro día a día, en todo lo que hacemos podemos encontrar soluciones prácticas y sencillas para ser más responsables con lo que nos rodea.
Recuerda que una pequeña acción, por simple que parezca, puede tener consecuencias más grandes e ir mucho más allá de lo que podríamos imaginar.
Las actividades productivas y comerciales de las empresas repercuten sobre el conjunto de la ciudadanía y el entorno de un modo mucho más amplio y profundo que las acciones individuales.
La responsabilidad social empresarial, también conocida por sus siglas (RSE), es un aspecto que cada día tienen más en cuenta sus clientes y usuarios, conscientes de que la productividad, la reducción de costes y la obtención de beneficios no pueden justificar de modo alguno la explotación, la violación de los derechos fundamentales de las personas o la degradación del medio ambiente.
La responsabilidad social es algo que todos y todas compartimos. Sin embargo, la responsabilidad social pública o gubernamental es aquella que tienen las instituciones y las administraciones encargadas de diseñar y ejecutar políticas públicas.
Las acciones de estos organismos, que se concretan en leyes, decretos, regulaciones… tienen unagran repercusión, y muy directa, sobre el entorno natural y social de su jurisdicción.
La responsabilidad social de las entidades gubernamentales no es únicamente externa, es decir, regulando las actividades de individuos y organizaciones, empresas, etc., que quedan bajo su paraguas administrativo.
También su responsabilidad se juega en el ámbito interno, en la misma gestión de su actividad, en la consideración del personal que forma parte de ellas y de las actividades que se realizan en su seno.
Por ejemplo, una administración pública dedicada a regular el impacto ambiental de las empresas, tiene la responsabilidad de ser coherente y aplicarse a sí misma estas regulaciones siendo ejemplo para toda la ciudadanía.
No podemos olvidar que las administraciones públicas y las instituciones nos representan y que, por lo tanto, en cierta medida, todas y todos somos responsables de sus acciones. Exigir que sean ejemplares, pues, forma parte de nuestras obligaciones como ciudadanos y ciudadanas responsables.
Ahora que ya conoces más a fondo los tres tipos de responsabilidad social, compres cómo la labor de la ciudadanía, de las empresas, y de los organismos públicos, contribuye a construir una sociedad más ética, justa e igualitaria.